domingo, 18 de diciembre de 2011

La compañerita.

"Siguiendo la luna no llegaré lejos
 tan lejos como se puede llegar."
~ Los Fabulosos Cadillacs.

Esto nace, como la mayoría de las heridas y sonrisas del mundo, del comentario de un niño.

"Mirá mamá, la luna se va".

Claro, porque los árboles, la perspectiva, ¿entendés?. No se va la luna nene, no. "¡La luna se queda ahí! Esta quieta porque está muy lejos, pero nosotros la vemos porque es muy grande." dijo la madre. Y él le creyó.

Pero yo no sé a quién creerle.

Es increíble cuántas de nuestras creencias "científicas" están apoyadas en frases hechas o cosas por el estilo. "Citas de autoridad" le decían en la edad media a la argumentación de forma "Esto es así porque lo dijo tal".

¡Mentira! (Ay, me salta el niño interior, se enerva, ¡se indigna!) Y no es porque la madre del niño fuera particularmente ignorante: ¡La ciencia está muchas veces hecha de esas cosas! ¡Se reproduce de ese modo! Creando conceptos que ordenan la realidad, maquillándola de algo mensurable, controlable, conocible. (¡Pero yo quiero saber por qué todo número dividido por cero da uno!).

¿Te acordás de alguna discusión de la infancia? Yo tengo la sensación de que cada vez que sucedía una, éramos nosotros exponiendo el sistema filosófico, (ética y cosmogonía), de nuestros señores padres. Ellos eran "tal". Hasta que, como por un tubo llamado escuela, o uno de televisión, o las faringes de "la gente", se nos metieron versiones corregidas y aumentadas del Estado, la Religión y la Ciencia. Y algunas cosas más, porque por qué no decirlo: es la humanidad, viejita, la humanidad (y lloran emocionados y se abrazan). Es nuestra cascarita.

Y es como el nombre, una cosa que está ahí para usarla.

Entonces, como un día podemos decidir cambiar de nombres, como podemos decidir dejar de tenerlos, podemos jugar a no creer tanto en todas esas cosas. Y como mínimo te pasan cosas distintas.

Y ya llegamos. La familia se baja "en la última luz". La última luz de la ciudad, al lado del frighorrorífico.

Y entonces yo descubro a mi compañerita que me sigue escondiéndose detrás de los árboles. Que todas las noches está, tarde o temprano, desnuda o entre nubes, del horizonte para arriba. Cada día media hora más tarde. Me mira de lejos y me dice "Me dijeron que esta luz no es mía porque la reflejo, pero a mi me sirve para brillar."

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