jueves, 15 de septiembre de 2011

Criaturas curiosas: Primer contacto.

"¡Pero cuanto voy a contarte a ti y a todos mis honorables invitados, no me sucedió, en suma, más porque el destino lo había dispuesto de antemano y porque toda cosa escrita debe acaecer, sin que sea posible rehuirla o evitarla!" ~ Sinbad el marino en Las mil y una noches.


En Villa Gobernador Gálvez hay paro de recolectores de basura. Eso dicen. Y también dicen que son ellos los que desparraman todo en medio de las calles para impedir el tránsito, porque no les pagan. Y así es que la gente ha llegado a juntar montañas de desechos en las esquinas para prenderlas fuego y evitar que sigan pudriéndose en sus veredas. Esa es la versión oficial. Quién diría que me enteré de otra.

Esta ciudad siempre tuvo algo de pantalla de videojuego de zombies: Desolación, chatura, polvo y viento. Pero estas piras ardientes le dan el toque final.

Fue una noche de miércoles (de calendario, no de mala onda). O sea, fue una noche tranquila y de poco trabajo. Eso hay que decirlo. Pero es así todos los miércoles. Los lunes cada tanto son feriados, y los martes son bastante miércoles, pero sin el agravante de que la noche anterior sea la de un martes.

Así que estaba yo con estas cosas en la cabeza, en la zona sur de Rosario, después de un viaje que uno ya sabe que va a ser el último por un rato largo. Intentaba dormir, estacionado en una calle con garita en la esquina y sereno buena onda (las inseguridades no existen, pero que las hay, las hay). Y estaba a punto de lograrlo, cuando escucho un ruidito en el techo del auto. "Seguramente una rama", pensé. Pero no. Siguió. Y parecían pasitos. O sea: como si algo con patas chiquitas se moviera en el techo.

Miré a los alrededores, no se veía ningún movimiento. Me parecía imposible que algún animal se hubiera subido al techo, excepto un pájaro, pero a esa hora los pájaros duermen...

La verdad es que al principio me asusté bastante: el sonido resultaba explicable, pero solo por teorías delirantes. Así que esperé. Y después de un rato abrí la puerta, para bajarme rápido y mirar. Pude escuchar cómo se movían con agitación y cuando terminé de salir del auto lo único que vi fue que las ramas del árbol se agitaban. Miré un rato.

Justo antes de hacerlo me detuvo un quejido y una vocecita aguda que decía: "Pará, flaco, no prendas eso. Me hace mal la luz eléctrica."

Perdonen, pero me caigo de sueño. En otro momento les cuento bien lo que pasó, por hoy no me da más el cuero y todavía tengo que hacer una planilla. Déjenme consultar con la almohada cuál será la mejor manera de hacerlo... es un tema delicado.

Continúa en: "Criaturas curiosas: Duendes y dragones."

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