miércoles, 24 de agosto de 2011

Q.R.T.

Anteanoche fue la primera vez que tuve que darme de baja porque se me rompió el auto.

Eso se dice "cuerreté".

La verdad, es algo un poco triste, porque uno viene trabajando, esperando hacerlo hasta el amanecer (a mí me gusta ver salir el sol) y de repente, por ejemplo, te empiezan a chillar los rulemanes de la rueda delantera izquierda. Justo cuando estás yendo hacia un sanatorio con una parejita de ancianos que parecen estar desmoronándose (un viejo que sacaba fuerza del culo para toser y su mujer, preocupada por absolutamente todo). Pero bueno, los llevás igual, con sumo cuidado, después de llamarlo a tu hermano (que sabe de esas cosas) para preguntarle qué onda. Terminás eso y esperás un rato en una estación de servicio después de darte cuenta que algo raro pasa con la rueda delantera izquierda. Te volvés a tu casa y te vas a dormir temprano. Al otro día lo llevás al taller "El milagro" (es buenísimo ese nombre) y aprovechan para hacerle el tren delantero que se venía postergando hace rato. Cuando llega la noche, como te acostaste temprano y te levantaste correspondientemente, ya estás cansado, y aunque el auto anda, no estás como para salir a trabajar. Te cuentan que te podrías haber matado porque el rulemán perdió todas las bolitas y entonces la rueda estaba encastrada nomás, como en esos autitos de madera para que jueguen los chicos y armen y desarmen...

Al que salís a la mañana y conocés esa otra cara de la ciudad: La de los autos todos apiñados por el centro, la gente con su mascarita diurna (a la noche parece como si el inconsciente se transparentase un poco más), el sol pegando de frente o de costado. Es otra cosa. Es muy lindo andar de día también, pero por ahora a mí dejame con la tranquilidad desértica y los personajes de la noche.

Uf, me voy a Santa Fe a ver si conozco a la hija de 13 días de edad de unos amigos. Juana Isabel Aymará Coria Miguez, si no me equivoco. Qué fuerte. ¡Salud!

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