sábado, 20 de agosto de 2011

De vuelta a las calles.

El auto quedó hermosísimo. De un andar especial, con un embrague silencioso. Le duró unas 50 cuadras, después algo se fue aflojando y la horquilla del embrague volvió a vibrar. Después resulta que el medidor de gas se desconectó, o algo por el estilo; así que me quedé sin, de sorpresa. Por suerte acababa de dejar a mis últimas pasajeras. Lo puse en nafta y di marcha, sólo para descubrir que el burro hacía un ruido horripilante: como si intentaras decapitar a robocop con un ventilador.

Evitaré caer en la generalización (por respeto a los mecánicos), pero pareciera que algunos talleres son como las instituciones religiosas: un fraude. Uno escucha decir a la gente que arreglan una cosa y rompen tres, y parece que algo de eso hay... pero bueno, a ponerle onda y seguir... Que por suerte, mi hermano (Iván, el mecánico y dueño del auto) lo puso a punto en la puerta de la remisería, cagándose de frío dos horitas en las que me tocó operar la radio... Lo dejaremos para otro momento.

La verdad es que no tengo ganas de quejarme demasiado, conocí gente muy interesante y recordé la emoción de recorrer las calles. Tuve el gusto de que mis primeros pasajeros sean amigos míos: el Li, el Facu y su hermano mayor "el flaco" Fagioli. Por un momento me dieron ganas de tener alfombritas rojas en el auto para ocasiones como éstas.

Y terminé tan cansado que vine derechito a casa, y es la primera vez que no siento el divertidísimo efecto post-manejar que nunca les conté (parece que funciona cuando uno no está del todo cansado): Las primeras veces, cuando me iba a dormir, podía ver una especie de calle virtual que se desplazaba por mis párpados. Como si siguiera arriba del auto, o atacando la estrella de la muerte. Y aún más impresionante es que cada tanto pasaba por lugares que había visitado esa noche, como si mi cerebro hiciera un relevamiento de las calles que conocí.

Quizás ese es el secreto del superpoder de los choferes, que con el tiempo logran saber llegar a cualquier lado e incluso explicarle a otros cómo hacerlo.

Voy a buscar el auto al lavadero, y después a buscar mi próxima historia.

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